Como a veces sucede, esta mañana una anécdota me ha traído a la cabeza otra que, en realidad, no tenía nada que ver. En ocasiones ves por la calle una señora con el bolso y los zapatos a juego y te preguntas si has apagado la luz de la sala antes de salir de casa. Y no sabes por qué. O vas camino del trabajo y te acuerdas de las vacaciones del año pasado. Pero esto sí sé por qué pasa… Creo…
La cuestión es que me he acordado de una tarde de otoño que volvía en tren a casa (cuántas cosas pasan en los trenes, ¿verdad?). En una parada, a mitad de camino, subió un grupo de chicas que salían del instituto (aunque no quieras, en los trenes te enteras de conversaciones ajenas, sobre todo cuando el tono de voz retumba por todo el vagón). Estaban hablando sobre qué camino elegir de cara a la universidad. Dos de ellas no lo tenían claro; que si económicas, que si alguna ingeniería, quizá medicina, ¿y veterinaria?, a lo mejor telecomunicaciones… Al preguntarle a la tercera chica, ésta respondió, con total convicción: “filología. Aunque todavía no sé cuál; tengo que pensarlo”.
Se hizo el silencio. El de sus dos compañeras y el mío (bueno, yo estaba ya en silencio, releyendo la misma línea de la novela de turno una y otra vez, pero ya me entendéis). De repente, empezó una batería de preguntas de las dos chicas hacia la futura estudiante de filología: ¿estás segura?, ¿pero cómo te ha dado por ahí?, ¿ya lo saben tus padres?, ¿pero tú no querías hacer periodismo?, ¿es porque te gusta escribir?, ¿no has pensado en hacer otra cosa?, ¿has hablado con el tutor?, ¿tanto te gusta leer?, ¿qué salidas tiene eso?
La chica permanece en silencio. Saco una primera lectura positiva de la situación; las tres chicas, que van al instituto, saben qué es la filología. O, al menos, eso parece.
Una última pregunta se acaba deslizando: ¿pero qué vas a hacer cuando acabes?
La chica sonríe y contesta: “pues no sé qué haré, pero mi intención es hacer lo que me proponga, independientemente de lo que estudie”.
Todavía conservo la libreta donde apunté: “No todo está perdido; una gota no hace un lago, pero puede quitarte la sed de manera extraordinaria”.
2 comentarios:
Interesante anécdota. La verdad es que me ha hecho sonreír, porque hace unos años atrás (ahora soy estudiante de filología hispánica) me hicieron una batería de preguntas parecida.
No hace falta que comente nada sobre la cantidad de preguntas (y a veces tonterías) me han hecho cuando he contestado a la pregunta ¿qué estudias?, "Filología árabe"...
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