domingo, 26 de junio de 2011

Libros a la mitad

En los trenes, de camino a cualquier sitio, aunque normalmente al mismo de cada día, uno se entera, aunque no quiera, de pequeñas historias que se cuentan entre sí otros pasajeros. Como, por ejemplo, la del chicho que era incapaz de acabar de leer cualquier libro. "Me da pena acabarlos", decía. Uno, claro, no puede dejar de prestar atención a una afirmación como ésa. Luego, a medida que avanzaba la conversación, todo tenía sus matices y el chico sí que acababa de leer los libros, aunque los guardaba durante una temporada casi acabados para después reemprender la lectura.

A mí, la verdad, no es algo que me haya pasado nunca, aunque sí que es cierto que las últimas páginas de algunas novelas las he leído con toda la calma de la que fui capaz. Hace muchos años de eso, porque hace ya algunos lustros que descubrí el placer de la relectura. Quizá parezca una tontería, pero la primera vez que releí una novela me dio la impresión de haber descubierto el fuego.

4 comentarios:

MGN dijo...

Hay novelas que uno nunca termina de leer :)

jddm dijo...

Yo también recuerdo pararme a elegir el lugar y momento adecuado para terminar de leer según qué novelas; dedicar ese algo para el deleite de la última frase... Y el regusto que queda después, echando de menos personajes y palabras.

Un saludo.

Ovidio y los latin lovers dijo...

Durante mucho tiempo he pensado que las relecturas eran una pérdida de tiempo teniendo en cuenta la cantidad de libros que hay por leer. Afortunadamente, me di cuenta de que no es así. Las relecturas, especialmente en poesía, son...

Iaberius Gundisalvi dijo...

Yo también he sentido esa especie de «pena», de tristeza, al acabar algún libro que me ha gustado especialmente; a veces he sentido un vínculo tan especial con una novela, que me costaba despedirme de esos personajes con los que había vivido tantas aventuras, emociones, conflictos, confidencias...

Debido a mi lentitud a la hora de leer, las relecturas que he hecho hasta ahora han sido más bien una especie de contraste entre mi «yo lector» adolescente y mi «yo lector» adulto. En ocasiones te sorprendes de cuánto puede cambiar tu valoración de una obra dependiendo de los ojos con los que la leas...