Ha ocurrido durante una cena, cuando dos señores han coincidido uno al lado del otro y, sin conocerse previamente, han empezado a hablar. Hasta aquí, nada que parezca demasiado extraño, así que sigo explicando. Uno de ellos es alemán y vive en España desde hace muchos años, pero no sabe más que unas pocas palabras en español. La otra persona es española y no conoce ninguna palabra en alemán. Para aclararlo un poco más; ninguno de ellos habla inglés.
Poco a poco, cada uno en su lengua, han iniciado una conversación ante la atenta y extrañada mirada de algunos de los asistentes, entre los que me incluyo. Como yo no hablo alemán, me hubiesen ido bien unos subtítulos, algo que no ha sido necesario para ninguno de los dos señores, que parecían hacerse hasta bromas.
Lo cierto es que no sé qué se ha dejado por el camino cada uno de ellos y cuánto han entendido el uno del otro, pero en ocasiones me doy cuenta de que la voluntad de comunicarse va más allá de cualquier barrera. Bien por ellos.
4 comentarios:
"Querer es poder", una premisa que bien se cumple en este caso: no existen barreras idiomáticas.
Un saludo filólog@s.
Es que la lengua, por encima de todo, es un útil de comunicación. Sea la que sea y se combine con el mayor o menor conocimiento de una u otra. Lástima que haya gente que utilice la lengua como medio de in-comunicación y útil arrojadizo...
¡Buena vuelta de vacaciones!
Peter P.
Y lástima que haya otros que impidan que los asturianos que quieran, usen su lengua. Saludos
Tendríais que ver lo bien que se entienden mi madre y mi suegra: mi madre española y mi suegra alemana, y ninguna habla ningún otro idioma aparte del propio! Preparan comidas juntas, van de paseo o a la compra, cosen... La comunicación no sólo se realiza a través del lenguaje.
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