Entra a casa con una maleta, calculo, de los años sesenta. La maleta me encanta desde el primer momento; es de aquellas marrones, de piel, que se cierra con largas correas. La deja en el suelo y me dice que la ha cogido de casa de sus abuelos y que dentro hay un pequeño tesoro que quiere compartir.
Cuando la abre, mi sonrisa me delata. Hay un montón de libros que llevan años en las estanterías de sus abuelos y que ahora van a estar en las suyas. En las mías, al fin y al cabo. Hay varios libros de cocina de finales de los años sesenta y principios de los setenta (cómo ha cambiado la manera de editarlos; prácticamente no hay imágenes). Hay también algunas novelas editadas en aquellos años (no he leído la mayoría), pero dos libros llaman mi atención por encima de los demás.
Uno parace a simple vista un tomo de enciclopedia, aunque con menos páginas. Sorpresa; es un compendio de proverbios sicilianos (con su traducción correspondiente al toscano). Es una edición de los años cincuenta muy cuidada. Mucho.
El otro es mucho más pequeño y está metido en una caja. La abro y las letras de la cubierta del libro están muy gastadas, así que allá voy... Vaya, es un misario de los primeros años treinta. Creo que es el primero que tengo entre las manos. Paso algunas páginas y tiene más sorpresas; está lleno de pequeñas estampas de comunión, bodas y funerales, desde 1934 hasta los años sesenta.
Llevo un par de horas repitiendo lo mismo: vaya...
1 comentario:
Algo parecido me pasó el año pasado con una maleta (también antigua) llena de libros que una vecina del pueblo iba a tirar porque iban a hacer reformas en su casa y que finalmente me regaló. Dentro había, entre algunas novelas publicadas en los añós sesenta y setenta, una ortografía de 1932, un libro de geografía y otro de historia de las mismas fechas, creo que de 1934, un pequeño misal de 1850
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