Pensaba empezar hace algunos días, pero ni las circunstancias eran las más idóneas ni las noches han permitido demasiadas alegrías. Las guardias se hacen interminables, hay tensión en cada ruido y el arremolinamiento de gente en cualquier sótano impide esa introspección tan necesaria para hablarse a uno mismo. De todas maneras, tengo que decir que también ha habido alguna noche más o menos buena, alrededor de una hoguera y con una botella de lo que fuese yendo de mano en mano. Como unos putos boy scouts preadolescentes. Eso somos; gente jugando a algo que le va completamente grande. Tiene gracia, pero quizá eso es precisamente lo que nos mantiene con vida día tras día. ¿Qué nos queda, si no?
No puedo decir, claro, que seamos todos grandes amigos de repente, porque eso sería faltar a la verdad de todo lo que está pasando, pero en el fondo la necesidad nos ha empujado al lado de personas que en otro tipo de circunstancias hubiésemos ignorado sin dudarlo. Yo y todos los demás. La miseria nos iguala y, al final, nos une.
Por lo menos, ahora puedo compartir la carga que llevo con otros que se encuentran en similares circunstancias, porque cuando me creí solo, sobre todo en los primeros días, supe que no resistiría demasiado. Ahora, con el paso de las semanas, sé que no nos estamos acercando al fondo de la cuestión, pero sí poco a poco a la forma. Hoy sabemos, sin entenderlo, cómo funciona, cómo nos persigue y cómo acaba con nosotros. A algunos eso les tranquiliza un poco, a otros les desquicia más que cuando no sabían nada. Yo, la verdad, no sé con qué opción quedarme, pero quizá tiendo a seguir la senda de los que opinan que la increíble carambola que nos ha salvado la vida hasta hoy es lo que realmente importa. Sí, brindo por eso.
3 comentarios:
A mí me gustaría leer más capítulos...
¡Yo también!
Me ha gustado mucho este inicio, que es siempre lo más complicado, empezar. A mí también me gustaría poder leer más.
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