domingo, 31 de octubre de 2010

IV. Con una basta

Era mediodía cuando por fin me he despertado. La guardia de anoche pasó sin incidencias y a esta hora ya no había nadie en la estación. He pensado en subir un rato, pero me he encontrado cansado. Más que cansado, desganado.

Al abrir un paquete de galletas me ha vuelto a la cabeza el sueño de hacía un momento, todo igual que siempre, exactamente como cada vez que cierro los ojos. RQ. ¿Serán unas siglas? ¿Unas iniciales? Lo único que tengo claro al despertar es que se trata de la solución, la pieza clave de un puzzle que no sabía que estaba ensamblando. Sin embargo, ¿solución a qué? Eso no lo sé.

Después de comer un poco, con ánimo mejorado, me he decidido a subir las escaleras, pero me he quedado en el primer peldaño cuando tres hombres del grupo, Julián, Pau y Miquel, han bajado deprisa, arrastrando a otro que sangraba. Al pasar a mi lado me he dado cuenta de que se trataba de Raúl, un chico taciturno y muy poco hablador, pero con malas pulgas cuando se le buscan las cosquillas. He caminado en paralelo a lo largo del andén mientras buscaba una explicación en sus caras y, sobre todo, en sus palabras.

-Le han disparado –ha dicho finalmente Pau.

No me he atrevido a preguntar nada, pero ¿quién cojones le iba a disparar? Me he detenido en seco y ellos han seguido hasta el rincón donde suele dormir Raúl. Cuando lo tendían sobre su colchón he tenido la certeza que le quedaban pocas bocanadas que darle al aire condensado de la estación, así que he permanecido en silencio, un poco apartado de los demás. Diez minutos después, casi todos los habitantes de aquel trozo del subsuelo estaban congregados alrededor de los cuatro hombres. Entonces, Pau se ha erigido, creo que sin quererlo, como portavoz.

-No hay mucho que explicar. Por lo visto, se están creando algunos grupos organizados. No sé, bandas, diría yo. No sé qué coño quieren, pero es absurdo matarnos entre nosotros, mierda. Le han disparado. Simplemente, le han disparado. Y a nosotros, sin previo aviso, pero hoy le tocó caer a él. Joder, hemos tenido suerte de poder traerlo. Un disparo en el pecho… con una bala basta…

Raúl ha muerto media hora después, entre un silencio que asustaba más que el ruido de cada noche. Dentro de un rato vamos a llevar su cuerpo al pozo, como hemos hecho con los otros durante estas semanas.

Un día más, una persona menos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡más más más!