Hemos caminado detrás, sin decirnos nada y a una distancia prudencial, como si fuesen ellos quienes nos guiasen. Al fin y al cabo, he acabado pensando, eran los portadores de la luz.
Sólo hemos retomado la compostura cuando la poca claridad de la estación ha aparecido levemente a lo lejos, como una bruma, después de una curva. Hogar, dulce hogar. Como ya estaba anocheciendo, todo el mundo se encontraba en el andén, justo a tiempo para ver a los recién llegados. Después de pedirnos un permiso que no hacía falta, o quizá sí, teniendo en cuenta todo lo que acabamos de vivir, se han quedado a pasar la noche con nosotros, por lo que hemos avivado la hoguera y preparado una buena cena.
Más tarde, cuando todo el mundo ya había acabado de comer y se estaban sirviendo cafés, Matías se ha levantado, con cierta parsimonia, y se ha hecho un silencio que sin duda buscaba. Alrededor de la hoguera había una expectación creciente.
-Veréis; como ya os hemos avanzado, somos informadores. Estamos siguiendo una ruta para averiguar si se pueden efectuar desplazamientos de larga distancia sin problemas. Esto es, si hay refugios seguros a menos de un día de camino. Venimos del norte y ésta es la primera parada que hacemos en la ciudad. Otros grupos han salido en distintas direcciones, pero como es evidente, todavía no sabemos nada de ellos.
En un instante, las conversaciones entrecruzadas no dejaban oír su voz, por lo que ha pedido silencio con la mano. La ha extendido como un chamán, como un curandero que se acerca despacio a la zona dolorida del guerrero para curarle. Poco a poco, los sonidos se han ido diluyendo en la estación.
-Antes de las preguntas, dejad que exponga algunas consideraciones que, creo, son de interés para todos. La primera es que no sabemos a ciencia cierta qué pasó el 9 de octubre, pero todo lo que hemos visto hasta aquí tiene el mismo panorama; no hay zonas indemnes. Sinceramente, creo que si nadie ha venido a buscarnos es porque no hay nadie para hacerlo. Lo segundo que quiero aclarar es algo que, si estáis vivos, evidentemente ya sabéis; el ruido (o lo que quiera que haya detrás) sólo nos mata de noche. Bajo tierra estamos seguros. Tampoco sabemos por qué sucede de esta manera, pero es así. Tercer punto; en el camino nos hemos encontrado apenas con una docena de grupos. 153 personas en total; llevamos un registro.
Después de unos segundos de silencio, Matías se ha girado hacia su compañero y le ha hecho un gesto con la cabeza. Sele ha abierto con cierta torpeza el tubo y ha sacado un papel enrollado que ha ido extendiendo sobre una manta.
-Por… por favor –ha dicho, casi en un tartamudeo inaudible– si alguien conoce a alguna de estas personas, por favor, por favor que lo diga.
Uno tras otro hemos ido leyendo el papel, pero sin resultados. Entonces, ha sacado un bolígrafo, también del tubo, y ha empezado a apuntar nuestros nombres.
Si había preguntas, todos se las han guardado para ellos. En determinadas ocasiones, es mucho mejor creer que saber.
Sólo hemos retomado la compostura cuando la poca claridad de la estación ha aparecido levemente a lo lejos, como una bruma, después de una curva. Hogar, dulce hogar. Como ya estaba anocheciendo, todo el mundo se encontraba en el andén, justo a tiempo para ver a los recién llegados. Después de pedirnos un permiso que no hacía falta, o quizá sí, teniendo en cuenta todo lo que acabamos de vivir, se han quedado a pasar la noche con nosotros, por lo que hemos avivado la hoguera y preparado una buena cena.
Más tarde, cuando todo el mundo ya había acabado de comer y se estaban sirviendo cafés, Matías se ha levantado, con cierta parsimonia, y se ha hecho un silencio que sin duda buscaba. Alrededor de la hoguera había una expectación creciente.
-Veréis; como ya os hemos avanzado, somos informadores. Estamos siguiendo una ruta para averiguar si se pueden efectuar desplazamientos de larga distancia sin problemas. Esto es, si hay refugios seguros a menos de un día de camino. Venimos del norte y ésta es la primera parada que hacemos en la ciudad. Otros grupos han salido en distintas direcciones, pero como es evidente, todavía no sabemos nada de ellos.
En un instante, las conversaciones entrecruzadas no dejaban oír su voz, por lo que ha pedido silencio con la mano. La ha extendido como un chamán, como un curandero que se acerca despacio a la zona dolorida del guerrero para curarle. Poco a poco, los sonidos se han ido diluyendo en la estación.
-Antes de las preguntas, dejad que exponga algunas consideraciones que, creo, son de interés para todos. La primera es que no sabemos a ciencia cierta qué pasó el 9 de octubre, pero todo lo que hemos visto hasta aquí tiene el mismo panorama; no hay zonas indemnes. Sinceramente, creo que si nadie ha venido a buscarnos es porque no hay nadie para hacerlo. Lo segundo que quiero aclarar es algo que, si estáis vivos, evidentemente ya sabéis; el ruido (o lo que quiera que haya detrás) sólo nos mata de noche. Bajo tierra estamos seguros. Tampoco sabemos por qué sucede de esta manera, pero es así. Tercer punto; en el camino nos hemos encontrado apenas con una docena de grupos. 153 personas en total; llevamos un registro.
Después de unos segundos de silencio, Matías se ha girado hacia su compañero y le ha hecho un gesto con la cabeza. Sele ha abierto con cierta torpeza el tubo y ha sacado un papel enrollado que ha ido extendiendo sobre una manta.
-Por… por favor –ha dicho, casi en un tartamudeo inaudible– si alguien conoce a alguna de estas personas, por favor, por favor que lo diga.
Uno tras otro hemos ido leyendo el papel, pero sin resultados. Entonces, ha sacado un bolígrafo, también del tubo, y ha empezado a apuntar nuestros nombres.
Si había preguntas, todos se las han guardado para ellos. En determinadas ocasiones, es mucho mejor creer que saber.
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