martes, 28 de diciembre de 2010

VIII. Tiempos de leyendas

Tengo que hacer un recuento después de la muerte de Raúl. Estoy sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, mientras anoto en mi cuaderno los nombres de aquellos que han conseguido llegar hasta hoy con vida dentro del grupo.

Rubén, Pau, Claudia, Rosa, Tomika, Julián, Miquel, Paula, David I, David II, Toto, Clara, Diego, Pol, Irene, Diana, Saúl y Jean. Los cinco últimos son niños.

Estos son, pues, los nombres que se llevan apuntados en sus papeles los tres informadores.

Las noticias que nos han ido dando más o menos las conocíamos o las intuíamos, pero no por ello ha sido menos interesante escucharlas en boca de alguien que ha recorrido más de 100 kilómetros a pie. Su idea es volver a su punto de origen dentro de seis meses y unificar los datos con los demás grupos.

A primera hora, cuando estaban recogiendo sus mochilas para marcharse, me he acercado a ellos para advertirles que cuando nos encontraron en el túnel estábamos enterrando a un compañero que había caído tras un disparo. Al parecer, era el primer caso que oían, pero no descartaban que la gente empezase a organizarse y a defender lo que creían su territorio.

Al despedirnos, cuando ya creía que no podía haber muchos más, todavía faltaba un golpe de teatro antes de que desaparecieran escaleras arriba. Matías se ha girado hacia nosotros y ha lanzado una bomba en mi cabeza:

-Estos días son tiempos de leyendas, de profecías y de otras gilipolleces. Os recomiendo que no hagáis caso más de lo que tenéis delante, de lo que podéis ver, tocar. Vender esperanza es muy fácil, pero también muy cruel. No hagáis caso de lo que nadie os cuente, pues las palabras son peligrosas y se pueden volver en vuestra contra. Se habla de Dios como causante del desastre, de una guerra nuclear repentina, de ataques terroristas a escala global, de reajustes ecológicos de la Tierra… cada cual tiene su versión, pero la única verdad es que no sabemos nada. Nadie.

Se ha quedado pensativo por un momento y, casi sin darle importancia a lo que decía, ha continuado:

-También, claro está, es tiempo propicio para los héroes. Ahora mismo, sabed que ya se habla de uno al que nadie conoce directamente, al que nadie ha visto nunca: alguien que puede salir por las noches y a quien no le afecta el ruido. Su nombre, dicen; RQ.

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