Tenía que decirlo en algún momento, así que aprovecho éste. Tanto o más bueno que cualquier otro. Digo yo. No es una pataleta, que conste, pero todavía hoy, después de algunos años (tampoco tantos) no consigo entender el porqué de muchos exámenes que tuve que hacer durante la carrera. Sobre todo los de literatura. En cuanto había oportunidad, prefería hacer un par de trabajos en lugar del examen. O tres. O cuatro. O los que fuesen. No sé cómo será ahora, pero por aquel entonces la evaluación continua brillaba por su ausencia. El cuatrimestre solía ser así: llegaba el profesor, daba sus clases durante el curso y hasta el examen.
Luego, en segundo ciclo y en asignaturas optativas que elegí de otras carreras (como Teoría de la Literatura y Literatura Comparada) sí vi una metología que iba más con mi manera de pensar y trabajar. Cada semana había que preparar un pequeño trabajo, una lectura, una charla... Lo que fuese. Yo, al menos, disfruté y aprendí mucho más con esta fórmula que con la clásica de "clase x 30 + examen = depende". Insisto, no sé cómo funciona en este momento, pero si los profesores no han cambiado es posible que tampoco lo haya hecho el sistema. Le pese a Bolonia o a quien le pese.
En fin, que ya sé que me diréis que algunos exámenes son necesarios, que parece que no, pero sí... Pero es que todavía recuerdo aquel nerviosismo de biblioteca durante los días de exámenes y me dan ganas de meterme en la cama y arroparme hasta la cabeza, no sea que algún profesor mío se dé ahora cuenta de que suspendí un examen y que me aprobó por error...
Eso sí, los que estéis de exámenes, sed buenos y estudiad. Que luego no digan que aprobamos todas las asignaturas desde el bar...
4 comentarios:
Me pesa Bolonia como me pesa, tengo que decir que sí supone cierto "alivio" el hecho de que toda la nota no recaiga en el examen. Aun así, esta asignatura introductoria que se han inventado en mi facultad de inmersión en la literatura española es una locura, ¡cinco siglos de literatura! Que por mucho que sean generales, pesan. Y que quien mucho abarca...
Ay. Que conste que sí es una pataleta. Me vuelvo a lo mío.
Un saludo.
Bolonia es una m.... (con perdón). O se hace sólo examen o se elimina del todo y se hacen trabajos, pero las dos cosas mezclándolas no.
En mi universidad al menos, no entienden lo del término medio. Así que me he visto con muchas asignaturas donde el examen seguía teniendo un porcentaje de importancia bastante alto y además numerosos trabajitos incordiosos.
Por no hablar de que al estar 12 en clase todos los profesores pasan lista, como en el cole.
Lo mío también es una pataleta, en dos semanas tengo mi último examen de carrera. Odio la Lexicografía del español, por cierto.
Un saludo.
Me siento tan identificada con esta entrada... Yo acabo de empezar Teoría de la Literatura, aunque no tengo ninguna troncal de momento, ya que al no venir de filología, estoy con los complementos de formación y alguna optativa.
Me he podido quitar una asignatura por trabajos (Cinco), que resultaron bastante interesantes, aunque el profesor le podía haber sacado más partido a la asignatura. Otra asignatura sí que el método es como tú describes, que para mí también es el más acertado. Un examen propiamente dicho de literatura es algo bastante absurdo. Luego tengo otra asignatura para la que hay que hacer cuatro trabajos que consisten básicamente en pasar los apuntes de clase al ordenador. Ah, yo también tengo cinco siglos de literatura española en un cuatrimestre, pero tengo que decir que dentro de que llevar a cabo algo así es todo un reto, mi profe lo está haciendo muy bien.
Sin embargo, lo peor de todo es lo que tengo que hacer ahora mismo, para entregar mañana: un resumen de un libro. ¡¡Por Dios, no estamos en el cole!!
Un saludo. Suerte y ánimo.
Ya me hubiera gustado a mí aprobar Historia de la Lengua desde el bar, sí que sí (con el esquema del vocalismo tónico iba hasta al WC) o, mejor, Gramática Española. Odio el mito del universitario ocioso. A la mayoría no nos pega.
Saludos, me gusta tu blog.
Publicar un comentario