Pasó anoche como puede pasar cualquier otro día. Fue en un bar de una ciudad como pudo haber sido en cualquier otra. Un chico y una chica tratan de entenderse en inglés; a ambos les cuesta un poco. Lo hablan con cierta fluidez, pero se nota que no son capaces de expresarse tal como querrían. Se ve en sus caras mientras hablan. Uno pregunta, la otra responde, hay un silencio y se miran de forma extraña, como si uno no hubiese preguntado exactamente aquello que quería y la otra no hubiese podido responder con la profunidad que hubiese deseado.
Cae la primera cerveza y allí siguen, con silencios incómodos. Empiezan a mirar a su alrededor cuando llega la segunda cerveza. Cuando las copas ya están a medias, ella parece cansada y dice algo en portugués. Él sonríe y contesta en español. La conversación toma velocidad y su mesa se llena de risas y de complicidad. Entonces, Guatemala y Portugal ya no parecen tener un océano en medio. Ya no tienen que hacer transbordo en otro lugar para llegar a esa parada final de la comunicación.
Menos mal, pienso, porque fui yo quien hice las presentaciones. Seguramente las cervezas no tuvieron nada que ver, pero no me pareció un mal título...
2 comentarios:
excelente entrada
Muchas gracias, taio. Por leernos y por el comentario.
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