sábado, 8 de octubre de 2011

Una botella de vino y poesía persa

Hace ahora algunos días un buen amigo me invitó a cenar a su casa. Dos chicos iraníes, que había conocido durante su último viaje a tierras persas, pasaban una semana en su casa. El cuadro lo componían varios amigos comunes y el antiguo profesor de persa del anfitrión.

Después de degustar varios platos típicos del norte de Irán, acompañados de vino español, mi amigo les regaló una edición bilingüe (castellano/persa) de un libro de poesía de Nezāmi-ye Ganjavi, poeta persa del siglo XII. Si alguien tiene curiosidad por el nombre formal y completo del poeta, aquí lo dejo: Niżām ad-Dīn Abū Muḥammad Ilyās ibn-Yūsuf ibn-Zakī ibn-Mu‘ayyad. Para más información: Nezāmi-ye Ganjavi.

Ya en los postres, el profesor de persa, a instancias de los demás invitados, empezó a recitar verso tras verso. Había abierto una página del libro al azar. Los chicos iraníes asentían en silencio, mientras los demás nos deleitábamos con la sonoridad del idioma y el ritmo de la poesía.

Días después, no consigo quitarme de la cabeza ese ritmo. Ni tampoco que muchos poemas persas del siglo XII sigan estando censurados en Irán.

3 comentarios:

Naota Nandaba Kasugano dijo...

Comento aquí aunque lo que comente no tenga nada que ver con este post, sino con el blog en general.No sé como lo he encontrado, pero el título de este blog es una frase que creo haber repetido bastante en estos 2 añitos de carrera.
Me ha gustado el blog, así que me quedaré por aquí.

Los filólogos somos necesarios dijo...

Pues encantados de contar contigo :)

Un saludo.

Anónimo dijo...

Este comentario no tiene nada que ver, pero soy alumna de 1º BACH y tengo muy claro que en un futuro próximo voy a estudiar Filología Hispánica. La frase que da nombre al blog la he usado muchas veces cuando mis compañeros me decían que filología no servía para nada. :)