El resfriado ha llegado. Tengo a mano varios paquetes de pañuelos de papel, listos para entrar en acción en cualquier momento. Tengo un grifo en la nariz, me lloran los ojos y algunas órdenes de mi cerebro se pierden nada más salir; mi cuerpo no funciona como debiera. Llamo por teléfono a un amigo médico y me recomienda un par de cosas. “Recuerda que no hay medicamentos para curar el resfriado, sino sólo para aliviar los síntomas”, me dice. Me vale. Me vale.
Bajo a la farmacia y elijo un par de las opciones que me ha recomendado. Le pregunto a un señor que atiende en el mostrador y que tiene cara de pocos amigos si estos dos medicamentos que me llevo son complementarios. Me gruñe un “sí” mientras me devuelve el cambio y antes de que me pueda meter las monedas en el bolsillo ya está atendiendo a otra persona. Mi cabeza hace cosas raras mientras vuelvo a casa, así que me doy toda la prisa que puedo para volver a la posición horizontal que me ofrece el sofá. Tengo el ordenador portátil delante encendido por si hay alguna urgencia en el trabajo, pero lo empiezo a perder de vista y me quedo dormido.
Al rato, enciendo el televisor para comprobar que la programación de la mañana no va a entrar nunca entre mis preferencias. Le echo un vistazo al correo electrónico y todo sigue tranquilo, en su sitio. Por fin, me levanto y voy a buscar los sobres y el jarabe que he comprado antes. Abro ambas cajas y saco los prospectos. Debo estar realmente enfermo, porque mi cabeza no me deja entender más que algunas palabras sueltas. ¿Quién escribe los prospectos de los medicamentos? Debe ser una táctica para que la mayor parte de la población no se automedique… Eso o que estoy peor de lo que pensaba.
4 comentarios:
Parece que está acatarrado hasta el blog... Te decía, en mi intento de post anterior, que puede que sea culpa de los traductores automáticos que emplean las farmacéuticas; o la precariedad salarial de la que se vengan los traductores...
¡Ánimo! Y nosotros quejándonos de que nunca llegaría el otoño...
Un saludo,
PeterP.
Y por si se aburre y quiere quitarle hierro al asunto de su resfriado:
"El Delfín no tenía paciencia para soportar las molestias de un simple catarro, y se desesperaba cuando le venía uno de esos rosarios de estornudos que no se acaban nunca. Empeñábase en despejar su cabeza de la pesada fluxión sonándose con estrépito y cólera.
—Ten paciencia, hijo -le decía su madre-. Si fuera una enfermedad grave, ¿qué harías?.
—Pues pegarme un tiro, mamá. Yo no puedo aguantar esto. Mientras más me sueno, más abrumada tengo la cabeza. Estoy harto de beber aguas. ¡Demonio con las aguas! No quiero más brebajes. Tengo el estómago como una charca. ¡Y me dicen que tenga paciencia! Cualquier día tengo yo paciencia. Mañana me echo a la calle.
—Falta que te dejemos.
—Al menos ríanse, cuéntenme algo, distráiganme. Jacinta, siéntate a mi lado. Mírame.
—Si ya te estoy mirando. Estás muy guapito con tu pañuelo liado en la cabeza, la nariz colorada, los ojos como tomates...
—Búrlate; mejor. Eso me gusta... Ya te daría yo mi constipado. No, si no quiero más caramelos. Con tus caramelos me has puesto el cuerpo como una confitería. Mamá...
—¿Qué?
—¿Estaré bueno mañana? Por Dios, tengan compasión de mí, háganme llevadera esta vida. Estoy en un potro. Me carga el sudar. Si me desabrigo, toso; si me abrigo, echo el quilo..."
B.P.Galdós, "Fortunata y Jacinta"
Atte,PeterP.
Muy bueno, PeterP. :)
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