Ocurrió hace unos días en una farmacia. Estaba esperando mi turno para pagar cuando el farmacéutico se colocó bien las gafas, cogió la receta que un señor le había dejado sobre el mostrador y la levantó hasta la altura de sus ojos. “No sé qué pone”, dijo, “parece… no, no puede ser. ¿Para qué se lo han recetado, señor?”. El hombre le respondió que para el lumbago. El farmacéutico miró en la pantalla del ordenador sin perder de vista la receta. Parecía comparar letras para ver si conseguía adivinar qué tenía que darle al cliente. Dudó durante un segundo, se rascó la cabeza, vovió a mirar la receta y regresó finalmente a la pantalla.
Al cabo de un momento pareció haber encontrado la respuesta, pero puso mala cara cuando se dio cuenta de que no era así. El señor de la receta, en ese momento, se puso a hablar con una señora que también esperaba ante el mostrador: “A los médicos no se les entiende nada. Ni cuando hablan. Menos cuando escriben; la típica letra de médico”.
Letra de médico… Recordé entonces la expresión, muchas veces repetida por mis padres y abuelos. Y, mientras estaba entretenido en estos pensamientos, el señor se marchaba ya de la farmacia con una bolsa y su medicamento dentro. El farmacéutico lo había conseguido una vez más. Su media sonrisa así parecía indicarlo, aunque quién sabe en qué estaría pensando. A lo mejor, en la receta electrónica.
2 comentarios:
A mí de pequeña me decían que iba a ser médico. Ahora de mayor me dicen que me he equivocado de carrera. Ay, qué inefectivos son los cuadernillos de caligrafía Rubio jejeje.
Saludos.
Si un grafólogo quisiera interpretar mi letra creo que no me diría nada bueno. Benditas recetas electrónicas y benditas teclas del ordenador.
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